Miguel Ángel Polo Santillán

Estamos en un momento especial como humanidad, pues un virus (el SARS-CoV-2) ha puesto en jaque nuestras formas de vida e instituciones humanas. Y por la enfermedad COVID-19 que produce ―aunque no mortal en la mayoría de casos―, ha obligado a los ciudadanos de casi todo el planeta a variar, aunque sea por un momento, su modo de vida. Sin embargo, nuestras miradas a esta enfermedad (y al virus) siguen siendo limitadas, pues creemos que solo es un problema biomédico, por lo que la misma medicina lo solucionará. Y políticamente, nuestros gobernantes utilizan metáforas bélicas como “lucha contra la enfermedad”, “no nos vencerá”, “tenemos que combatirla”, “esta guerra la ganaremos nosotros”, “enemigo”, etc. Esta metáfora favorecería que se hable de “estado de excepción” ―término tan caro a Agamben―, para explicar a lo que nos han llevado los Estados en esta crisis. Creo que necesitamos cambiar de metáfora y de visión. Pues, este tipo de enfermedades globales volverán a repetirse, mientras la dinámica de la globalización continúe. 

En estos días hay una sobreinformación acerca de la enfermedad y su “lucha” contra ella. Hay una saturación que, en lugar de educarnos, nos produce confusión y temor. Así que espero, con estas reflexiones, no contribuir a aturdimiento colectivo. Hegel nos decía que la filosofía llega tarde, como el búho de Minerva que alza el vuelo en el crepúsculo. Quizá estos pensamientos se eleven antes de tiempo o quizá también debemos dejar la metáfora hegeliana, por una que nos ayude a pensar lo que acontece, sobre todo porque el futuro mismo está desarrollándose ahora. 

Utilizaré las tres ecologías de Guattari (1996) para organizar esta reflexión, pero completada con la perspectiva de Leonardo Boff, quien agrega una más. Desde ellas, pensar el problema que nos plantea el COVID-19. Asumiremos que este virus como una metáfora, para así imaginar que nos cuestiona y nos obliga. El mismo Edgar Morin ha utilizado esta metáfora antropomórfica en su breve artículo “Lo que el coronavirus nos está diciendo” (2020), una prosopopeya del virus (1).    

La ecología medioambiental

La NASA y la Agencia Espacial Europea han publicado fotos de China antes y durante el aislamiento social, mostrando una baja significativa de los niveles de dióxido de nitrógeno (2). Esto mismo se ha hecho para Italia y debiera hacerse para los otros países. Esto demostraría ―para los que dudaban― el terrible impacto que tiene la acción humana sobre el planeta y cómo dejando de intervenir pueda ella descansar y regenerarse.

Frente a la falta de acciones reales de los estados sobre el calentamiento global y el daño medioambiental, la acción de este virus nos está obligando a cambiar nuestras formas de vida. El cese o la limitación del consumo de las grandes ciudades tiene un efecto positivo en el planeta, a pesar que sea de manera obligada. Y si estuviésemos convencidos de ello, del daño de provocamos a la pachamama (a la naturaleza), entonces no sería la presión y represión del gobernante, sino la participación voluntaria y comunitaria. 

El COVID-19 y su enfermedad cuestionan nuestra economía, pues una de crecimiento indefinido en un planeta finito produce efectos negativos para el planeta y para nosotros mismos. Una sobreexigencia al planeta, extrayendo sus recursos sin cansancio, no hace sino dañarlo y dañarnos. O los virus están en el planeta o se producen por mutaciones de virus anteriores, en ambos casos los provocamos y, al no ser conscientes del bucle de nuestras acciones, regresa y nos golpea en la cara. No importa saber si viene de los murciélagos o creado en el laboratorio o si fue “sembrado” en Wuhan para perjudicar la economía china, lo cierto es que es producto de la acción humana. Para decirlo en palabras del ecologista Pedro Pozas (2020): 

“El coronavirus debe ser el último error humano y que los líderes comprendan que un solo virus ha puesto en jaque a la humanidad y que ha sido por la destrucción de nuestra naturaleza, por el consumo de carne, por el tráfico de especies y la destrucción de nuestros ecosistemas mundiales. Si no aprendemos la lección, la próxima vez tal vez no será una advertencia a los humanos, sino un exterminio total de esta especie que cree estar por encima de la propia Tierra.”

Este virus simboliza la naturaleza mutada por la acción humana. Entonces, el virus nos dice algo sobre nuestra relación con la naturaleza, sobre nuestra forma de producción y sobre nuestra forma de organizarnos políticamente, en general, cuestiona la forma de vida actual. 

Ahora mismo este virus ha puesto en crisis la economía mundial, incluyendo la basada en la especulación. Aunque en este sistema, alguien siempre saldrá ganado de la desgracia humana. El libre mercado está suspendido por un tiempo, pero que ―si no aprende la lección― volverá ansiosamente a sus negocios, pues cree que solo fue un asunto biomédico. Hasta que la naturaleza vuelva a intervenir. Mirar, pero no ver.

Ecología social

Al parecer, la acción de este virus es doble: por un lado, nos critica y, por otro, nos indica lo que debemos hacer, ambas cosas a la vez. Es un mensajero, al cual ansiamos matar por el mensaje que nos trae.  

El virus y su consecuente enfermedad nos ha aislado en nuestras cavernas, pero no necesariamente platónicas. Se trata de recluirnos a nuestra primaria comunidad, que es la familia, aunque quizá sea enfrentar todo aquello que no queríamos ver dentro de ella. Desde ahí, podemos recrear nuestra existencia particular, pero comunitariamente. 

Hemos pasado drásticamente de un mundo globalizado a un mundo “cavernizado”, es decir, que ha tenido que ser un virus el que cuestione todo este tipo de globalización en marcha. Ni revoluciones armadas ni grupos terroristas ni movimientos altermundistas han logrado el efecto de este virus, parar ―aunque sea por un tiempo― el sistema capitalista, especialmente en su aspecto económico. El significado del cierre obligado de fronteras, que se han autoimpuesto los países, ha sido una acción antiglobalizadora, con impactos que todos vamos a sentir. 

Y para “hacer frente” a esta enfermedad, los estados han tomado medidas típicas de gobiernos militares, suspendiendo libertades individuales. En los años 70, época de las dictaduras militares latinoamericanas, el argumento era “la seguridad nacional”, ahora es “la salud pública”. Contradicciones de la existencia humana. Este “enemigo” nos está diciendo que nuestras democracias tampoco están preparadas para enfrentarla, salvo tomando medidas antidemocráticas, asunto ya considerado por Juan Abugattas (2005, p. 97). Y serán los grupos sociales más vulnerables los que saldrán perdiendo: los ancianos, los pobres, los desnutridos, los que tienen escasas defensas corporales y sociales para vivir. Las injustas desigualdades sociales, las inequidades existentes, se acentuarán en las consecuencias de las decisiones políticas.  

A la fecha (19/03) son 10,000 muertos en el mundo, lo que produce temor en la población. Ese temor se vuelve instrumento político. Y si no te dejas asustar, entonces, las órdenes y acciones del Estado se vuelven más y más severas. Lo cierto es que los políticos, por lo general, no han sabido reaccionar cuando se iniciaba esta crisis, como Italia y España. Las instituciones políticas y la forma tradicional de realizarla también han sido puestas en jaque por un factor “extrapolítico”, un virus. Pensemos sino, en la desarticulación de los sectores del Estado, la carencia de un verdadero sistema de salud, las decisiones desarticuladas entre los Estados y desconocimiento de los verdaderos afectados. La angustia, desesperación y rabia de los profesionales de la medicina que vemos estos días también es producto de esta fragmentación institucional y social.  

Tanto la economía y la política están siendo advertidas sobre los criterios hasta ahora utilizados; deben renovarse, ampliar la mirada, dando paso a criterios ecológicos, reduciendo la soberbia humana, para poder sobrevivir como especie. En estos tiempos, en lugar de practicar el darwinismo social que justificaría la muerte de los ancianos improductivos al sistema, debemos practicar la solidaridad, el cuidado de sí y de los demás, la compasión y el cultivo de nuestras mejores cualidades personales.   

Y cuando la ciencia encuentre la vacuna y controle al mensajero ―para que no hable más―, dentro de unos meses, ¿seguiremos con nuestros mismos modos de vida, hasta que otra catástrofe medioambiental nos sacuda otra vez? ¿Ese es el progreso que ahora nos toca asumir, un gozo material y subjetivo, a costa de tiempos de reclusión, pánico y muerte? ¿O tenemos que pensar e ir construyendo una alternativa civilizatoria? Creo que debemos apostar por esta última alternativa. 

Ecología mental

El sujeto moderno, creado por este sistema consumista, nos ha hecho vivir solo mirando hacia el exterior, donde hemos querido encontrar aquello que nos completará para ser felices. Y al hacerlo, estamos asaltando el mundo, sin darnos cuenta que no solo dañamos a otros humanos, sino a otras especies y al planeta entero. Sin embargo, al vivir desde la exterioridad, esta nos regresa lo que hemos puesto en ella, a esa insoportable soledad que ya Pascal había comprendido. Qué difícil se hace tener un tiempo para estar con nosotros mismos. Qué necesaria se hace la distracción. No se trata de meternos en nuestra mente, sino de darnos tiempo ―ahora que lo tenemos― en revisar esos mecanismos mentales con los cuales sostenemos este sistema injusto y quebrarlos ahí mismo. 

Aislados en nuestras cavernas, vemos el espectáculo de la enfermedad. ¿Qué dice el presidente? ¿Cuántos enfermos van? ¿Cuántos muertos? La enfermedad es cosa de otros, aunque soterradamente hay una ansiedad y un temor que nos invaden. ¿Y si me enfermo? ¿Y si se enferman mis seres queridos? Un antiguo texto budista, el Vimalakīrtinirdeśa (2018), dice que la enfermedad de uno es la enfermedad de todos los seres. La humanidad, a pesar de sus diferencias, es una, lo que le pase a unos influye en la vida de los demás. Cada uno somos humanidad y más que ella, de alguna manera somos todo. Esa es la base metafísica de la empatía y la solidaridad, y no solo el proteger a un grupo. Hemos visto gente que aplaude al personal de salud, que se comunica más con sus abuelos, que comparte tiempo con sus hijos, que se preocupa por los demás, todo lo cual nos podría disponer a afirmar buenos sentimientos para la convivencia social posterior.

Ecología integral

Lo que estamos viviendo hoy no es una simple eventualidad, un azar del movimiento de los virus naturales, sino es una expresión de la crisis de la forma como hemos creado este mundo, una crisis civilizatoria. Por lo tanto, una mirada compleja y sistémica será requerida para ofrecer salidas sensatas. Luego de que la gran ola baje y volvamos a nuestras formas de vida habituales, será razonable cambiar de dirección, es decir, de meta y camino. ¿La experiencia de estos meses nos colocará en esa disposición? No lo sé. El surgimiento de lo nuevo, del que hablaba Arendt, puede darse en cualquier momento, sea en sentido positivo o negativo. O nos disponemos a hacer cambios positivos o el surgimiento de lo negativo volverá y quizá de forma mucho más mortal.   

No sé si alguna teoría de la conspiración sea cierta, pero de ser así sería la peor expresión de la maldad humana. Al ver las imágenes del avance de esta enfermedad en el mundo, nos parece ver un cuerpo humano con sarampión, pues no hay continente donde no esté presente. Por eso mismo, si hubiese sido un virus diseminado intencionalmente, por motivos geopolíticos y económicos, eso revelaría una expresión más de lo más oscuro del alma humana. Donde la biopolítica solo tiene la cara de necropolítica.  

Somos hijos de la tierra, dice la sabiduría arcana, por lo que no podemos seguir viviendo en este planeta como si fuésemos extraños. Nuestra mirada actual es hacia un horizonte humano, cuya meta determinamos subjetivamente. Pero necesitamos alzar la mirada para ver el cielo y volver a encontrar una brújula para nuestros pasos. Asumo que hay una relación directa entre no mirar el cielo y no mirarnos a nosotros mismos. Así, somos extraños en este mundo, porque somos extraños a nosotros mismos. 

Creo que es un buen momento para preguntarnos sobre los patrones mentales y actitudinales que colaboran con este desastre ambiental, tanto de individuos, grupos, instituciones y naciones. Asimismo, preguntarnos por las nuevas ideas orientadoras que nos permitan dar un verdadero salto evolutivo, hacia una humanidad reconciliada consigo misma y con la naturaleza, de la que ―después de todo― nunca se ha separado. Pensarnos como una humanidad con un destino común, sostenidos por la mamapacha, que es nuestra propia consciencia y nos seguirá hablando, hasta que venga otro ángel de la muerte y nos regrese otra vez a las cavernas. 

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  1. Este breve artículo no es científico, es decir, que bajo los presupuestos y metodologías actuales solo analice los hechos, composición y funcionamiento de los virus, sino que es una reflexión filosófica sistémica que quiere comprender el significado. 
  2. Ver: “Coronavirus: las imágenes que muestran la sorprendente caída de la contaminación del aire en China desde el inicio de la crisis”, en https://www.bbc.com/mundo/noticias-51713162. Y ahora que la enfermedad ha disminuido en China y las empresas vuelven a producir, reaparece la contaminación: https://rpp.pe/ciencia/espacio/coronavirus-covid-19-en-china-imagenes-satelites-muestran-que-la-contaminacion-vuelve-con-el-fin-de-la-cuarentena-noticia-1252830

Referencias bibliográficas

Abuggatas, J. (2005). Indagaciones filosóficas sobre nuestro futuro. Lima: Fondo Editorial.
Dragonetti, C. y Tola, F. (2018). Vimalakīrtinirdeśa. Buenos Aires: Fundación Instituto de Estudios Budistas.
Guattari, F. (1996). Las tres ecologías. Valencia: Pre-textos.
Morin, E. (2020). Lo que el coronavirus nos está diciendo. En: https://www.climaterra.org/post/lo-que-el-coronavirus-nos-est%C3%A1-diciendo-por-edgar-morin?fbclid=IwAR2lpcKkm06Axb0CF9zPSEb8Ch4ixwV0tIs-5Ei3nN6axi-rZMPnUNPXBN8
Pozas, P. (2020). Ultimatum a la especie humana. En: https://www.eldiario.es/caballodenietzsche/Ultimatum-especie-humana_6_1005509466.html