Realmente no lo sé, por qué le daría yo a Julio Ramón mis manuscritos, no me puedo imaginar, pero sí Julio Ramón fue mi mentor literario desde el primer día, cuando yo le entregué la copia a máquina todavía no publicada, por supuesto, de Huerto cerrado, él me dijo este libro se parece a ti: es un poco tonto, es un poco imbécil, es un poco ilegible, en fin, me dio una lección de literatura, o sea que yo entré a la literatura por la puerta falsa, realmente, y tuve que hacer el camino solitario que solo se vio acompañado el día en que Julio Ramón vino a mi casa a pedirme por favor que le diera cualquier manuscrito que yo tuviera inédito. Entonces le di, probablemente, Un mundo para Julius, que era lo que tenía yo inédito, aparte de Huerto cerrado, que él me dijo eso de “La vida es así” es una estupidez, ponle “Hortos clausus”, que es «Huerto cerrado», él me dio el título, diciendo, pues, que mi título era pésimo y yo le di gusto. Ahí empezó, ya la amistad había arrancado, por supuesto, una conversación eterna de literatura que se agudizaba los domingos en que nos reuníamos a almorzar en su casa y, generalmente, después de almuerzo nos quedábamos solos y nos leíamos manuscritos. Julio Ramón me daba a leer cosas suyas, yo no tengo idea por qué yo honestamente se las devolví y él deshonestamente se tiró mis manuscritos. En fin, solo explico eso.

Fue la historia de una complicidad literaria. Recuerdo nuestros domingos en una época en que ya Mario Vargas Llosa se había ido a vivir a España, a Barcelona en concreto, y venía de vez en cuando al país y los domingos nos íbamos a almorzar los tres juntos a un restaurante que había en la misma plaza en que vivía Julio Ramón, ahí almorzábamos felices de la vida, hablando de nuestros libros y, realmente, para mí era mirar a maestros, mirar, contemplarlos, pero que me oían, que me escuchaban y que me daban una voz en esta tertulia de escritores peruanos que para mí ya eran importantísimos.
Esta fue mi formación desde el primer día en la literatura. Mario Vargas Llosa, por ejemplo, casi se muere cuando yo perdí el manuscrito de Huerto cerrado: “¿Pero ¿cómo has podido perder eso?”. Y yo le tenía que dar paños húmedos y de todo porque se estaba deshaciendo el pobre Mario y el libro era mío, no era suyo. En fin. Así fui aprendiendo lo que es la literatura y la conservación, por eso tengo tanto respeto a esta conservación del Instituto Cervantes y espero que en esas cajas estén mis libros y no unos de Mario Vargas Llosa, de Julio Ramón Ribeyro. Me parece que yo mis manuscritos los entregaba a todos, a sabe Dios quién.
En fin, este es mi recuerdo de aquellos momentos, de aquellos breves años, en que Julio, Mario y yo nos reuníamos los domingos a hablar de literatura y tomar unas copas de vino y tomar algunos elementos también, fue una época muy feliz en mi vida. Una época que ha quedado grabada. Mario se impactó cuando me robaron Huerto cerrado, realmente se espantó, pero a mí no me importaba nada, ya, tengo que empezar otro, y Julio Ramón me dijo este Huerto cerrado es pésimo, tengo que arrancar con otro Huerto cerrado y eso es lo que hice.
Lima, 13 de noviembre de 2025
Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos